Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 5 de febrero de 1870
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Carrascón
Número y páginas del Diario de Sesiones: 210, 5.482
Tema: Nombramiento del Sr. Posada Herrera como embajador. Nuestra política en América

El Sr. Ministro de ESTADO (Sagasta): Yo debo contestar al Sr. Carrascón, que no existe expediente alguno, respecto al nombramiento del Sr. Posada Herrara, para el cargo de embajador en Roma; por consiguiente, no puedo satisfacer los deseos de S.S.

Pasó con ese nombramiento, lo que pasó con el de todos nuestros representantes en el extranjero. Hecha la revolución y constituido el Gobierno provisional, creyó esta que no debía mendigar el reconocimiento de ninguna nación, por más que estimase conveniente el reconocimiento de todas, porque eso llevaba consigo la sanción del extranjero a la revolución de Septiembre; pero consideró que estaba en la dignidad de la Nación, y en el decoro del gobierno provisional, el no pedir, y mucho menos mendigar, el reconocimiento de ninguna potencia extranjera.

Mas como los representantes de los demás países permanecían en Madrid, creyó el Gobierno provisional que debía poner oficialmente el conocimiento de los mismos el hecho que acababa de tener lugar, y así lo verificó, dirigiéndoles simplemente una comunicación del Ministro de Estado, en que se les decía: "Acaba de tener lugar una revolución en España; se ha constituido el Gobierno provisional: si algo se les ocurre a Uds. Que tenga relación con los intereses de los que aquí representan, el Ministro de Estado se halla a su disposición."

En esto no hacíamos más que seguir la conducta observada por Lamartine el año 48 e Francia.

Los representante s dela naciones extranjeras, todos sin excepción alguna, se presentaron al Ministro de Estado, y desde aquel momento entraron en relaciones con él, quedando de este modo establecidas esa especie de relaciones oficiosas que existen entre las naciones en ciertas circunstancias, y cuando todavía no ha podido formalizarse relación alguna oficial.

Todos los representantes de las naciones extranjeras, incluso el Nuncio, se quedaron en Madrid; tuvieron conferencias con el Ministro de Estado, y comenzaron sus relaciones oficiosas con el Gobierno provisional.

En tal estado, y siguiendo el Gobierno en el propósito de no pedir, y mucho menos mendigar, la protección ni el reconocimiento de ninguna potencia extranjera, el Ministro de Estado preguntó a los representantes de las mismas en Madrid si los gobiernos a quienes representaban recibirán a los representantes de España en la misma calidad en que ellos estaban aquí representando a su país. Los presentantes de las naciones extranjeras no se atrevieron a contestar por sí sin consultar previamente a sus respectivos Gobiernos. Así lo hicieron todos, incluso también el Nuncio contestando oportunamente que los representantes de España serían recibidos en sus Estados respectivos con las mismas consideraciones y con el propio carácter con que aquí fueran ellos tratados.

Hubo, sin embargo, una excepción. Hubo una Nación cuyo gobierno dijo: " estoy dispuesto a recibir al representante que me mande España, no sólo con el carácter que tiene en ella mi embajador, sino también con carácter oficial." Vino en seguida otra Nación, y luego vino una tercera diciendo lo mismo, y entonces el Gobierno creyó de su deber acreditar cerca de los gabinetes extranjeros agentes diplomáticos con el carácter que en Madrid tenían los representantes de los demás países.

Pero como había habido tres naciones, y tres naciones importantes, que se habían mostrado dispuestas a recibir a nuestros representantes con carácter oficial, sancionando así la revolución de Septiembre, el Gobierno les dio desde luego la carta-credencial, enviando a los demás única y exclusivamente con cartas de Gabinete, es decir, con carta de nuestro Ministro de Estado al del mismo departamento en el respectivo país. Y como había habido tres naciones que reconocieron oficialmente al gobierno de la revolución, éste, en la previsión de que otras no se mostrasen también prontas a recibir a nuestros representantes, no oficiosamente, sino con carácter oficial, les dio, además de la carta de Gabinete, una carta credencial, que deberían conservar en cartera para no utilizarla si no quisieran los Gobiernos correspondientes reconocerles de una manera oficial, o para estar prevenidos y presentarla en el caso contrario.

De este modo fueron nombrados todos nuestros representantes, incluso el de Roma.

La mayor parte de las naciones recibieron oficialmente a nuestros representantes, los cuales entregaron, en su consecuencia, la carta-credencial que al efecto llevaban a los Gobiernos de aquellas que les recibieron con carácter oficial. Por el contrario, no entregaron más que la carta de Gabinete del Ministro de Estado a aquellos que no consintieron en recibirles más que oficiosamente.

Por lo tanto, el Gobierno de Roma no faltó a compromiso alguno con no recibir oficialmente a nuestro embajador, y recibiéndole sólo oficiosamente, porque de la misma manera estaba aquí considerado su representante el Nuncio, y porque como nuestro embajador en aquella corte ni siquiera dio a entender que tuviese deseo de ser recibido con carácter oficial, no había compromiso contraído por parte del Papa que éste pudiese faltar. Por lo demás, nuestras relaciones oficiosas con roma fueron las más cordiales y amistosas.

Pero ocurrió después la salida de España del Nuncio, y ocurrió también la elección de Diputado de nuestro representante en Roma, dejando este puesto naturalmente para venir a ocupar su asiento en la Cámara, y cuyo derecho es indudable. Hasta entonces, como no había sido recibido oficialmente, sino oficiosamente en Roma; como el Nuncio había desaparecido de aquí dejando una encargado de negocios, nosotros hemos seguido dejando en Roma otros encargado de negocios.

Esto es lo que hay de Roma: no hay expediente, ni nada más que la carta de Gabinete que llevó el Sr. Posada Herrara; no hay absolutamente otro documento. De manera que en lugar de expediente que S.S. desea, creo habrá quedado satisfecho con las explicaciones que acabo de dar.

Conste, pues, que en Roma no hicimos gestión de ninguna especie para que fuese recibido oficialmente nuestro representante; que aquí el Nuncio reconoció la revolución [5482], y estuvo en relaciones oficiosas con el Gobierno, y que con el mismo carácter fue mandado y recibido en Roma el Sr. Posada Herrera; que después el Nuncio desapareció de aquí; que elegido Diputado el Sr. Posada Herrara, se vino a Madrid; que habiendo quedado aquí por parte de Roma un encargado de negocios, nosotros tenemos en Roma otro encargado de negocios. No ha faltado, pues, Roma al recibir a nuestro representante con éste o con el otro carácter, puesto que dijo que lo iba a recibir, y no tenemos, por consiguiente, agravio que deshacer, ni tampoco favor que agradecer.



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